Consumidores y seguidores. Estos son, a grandes rasgos, los principales tipos de personas con los que una marca puede encontrarse. En el primero de los casos se trata de individuos que se limitan a comprar los productos de una compañía mientras que en el segundo, hablamos de verdadera pasión.
Nike, Apple, Coca-Cola o Harley-Davidson son algunas de las marcas que cuentan con legiones de fans que, detrás de cada uno de estos nombres, han llegado a desarrollar auténticas formas de vida. Algunos cruzan los límites y llegan a tatuarse los logotipos.
Aunque esto a la gran mayoría pueda sonarle a locura, es precisamente esto lo que son todas las marcas: tatuajes que se quedan grabados (en el mejor de los casos) en la mente de los consumidores.
Algo que sólo se alcanza trabajando la diferenciación de los productos y servicios dando una respuesta precisa a las cambiantes necesidades de unos consumidores, que cada vez cuentan con un mayor grado de información a su alcance. Pero, ¿estamos haciendo todo lo posible para que esto sea así?
La respuesta es no. Recientes investigaciones científicas han revelado que la capacidad de la memoria del ser humano es mucho mayor de lo que se pensaba hasta hace poco tiempo. Para conseguir ser ese tatuaje en la mente del consumidor, tenemos que ir directamente a sus necesidades.
La lista de marcas que han intentado hacerse con los millones de sinapsis que se producen en nuestro cerebro es bastante larga y cuenta con ejemplos para todos los gustos. BMW intentó suavizar su imagen reduciendo su eslogan a una sola palabra mientras que Tesco ha intentado mostrarse como ese amigo que ‘puede ayudarnos en cualquier momento.
Nunca olvide que la memoria almacena todas nuestras experiencias, donde realmente vivimos las personas. Por este motivo tenemos que cuidar aún más nuestras acciones para evitar que el único recuerdo que guarden de nuestra marca sea una absurda canción o una imagen sin sentido.
El objetivo es conseguir que nuestros trabajos y acciones aporten un verdadero valor a los consumidores. Hasta tal punto, que se reserven un espacio de su preciada mente para nuestras marcas. Justo allí donde aparecen sus mejores momentos. Y es que su meta principal no debería centrarse únicamente en las ventas sino en convertirse en ese ansiado tatuaje del que hablábamos al inicio de este artículo.
Fuente: Marketing Directo
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